The cowgirl

Kevin Sadler

Para cualquiera que pase de vez en cuando por aquí no es ningún secreto que soy un poco llanera solitaria. Que voy por libre en muchos aspectos, que no soy un animal social al uso y que me gusta que la vida privada de las demás personas y la mía sea eso, privada, y que sea cada cual quien libremente cuente o deje de contar sus propios asuntos. No en vano, a pesar de todo lo expuesto, sigo escribiendo en mi propio blog personal desde hace ya algo más de dos años. Sin prisas pero sin pausa.

¿Y a qué viene todo esto? Pues viene a que hace poco comencé en un nuevo trabajo. Inciso: sí, buenas noticias, finalmente llovió ;). Pero ya he tenido algún roce con una nueva compañera: de esas personas que no se sienten a gusto ni tranquilas si no conocen a los demás. Lo de conocer lo pongo en cursiva porque todos sabemos que en realidad nadie conoce a nadie, ni siquiera a nosotros mismos. Pero me ha sorprendido, no aprendo, que alguien tenga esa necesidad tan acusada de recopilar información que ni le va ni le viene. Siempre consideré más interesante saber quién cumple puntualmente con sus obligaciones y quién tiende al escaqueo, quién aguanta mejor las tensiones y a quién le sale la vena gruñona, quién es escrupulosamente organizado y quién es capaz de improvisar sobre la marcha, a quién preguntar cualquier duda y a quién dejar pasar. En fin, lo normal en el día a día; de ahí ya saldrán relaciones mejores o peores. Sin prisas pero sin pausa. 

Ahora me veo en una encrucijada: mi vida le parece extraña, mis circunstancias raras y mis gustos de otro planeta. Lo siento, ni me gusta la noche ni veo la telebasura ni tengo facebook. ¿Qué culpa tengo yo de que me dibujaran así? Ya se oye su acusación de que no me integro... ¬ ¬

... Y en esto he estado ocupada durante estos días de ausencia. Cada vez entiendo menos a algunos ejemplares de la especie.