
—¿Ves esto? —preguntó. Sacó de entre los pliegues de su ropa un cubo de metal verde que tenía alrededor de quince centímetros de lado. Lo hizo girar, y Paul vio que uno de sus lados estaba abierto...negro y extrañamente aterrador. Ninguna luz penetraba en su abierta oscuridad.
—Mete tu mano derecha en esta caja —dijo ella.
El miedo se apoderó de Paul. Retrocedió, pero la vieja mujer dijo:
—¿Es así como obedeces a tu madre?
Afrontó la mirada de sus brillantes ojos de pájaro.
Lentamente, consciente de las compulsiones que surgían de su interior y no podía rechazar, Paul metió su mano dentro de la caja. Al principio experimentó una sensación de frío a medida que la oscuridad se acercaba en torno a su mano, después sintió el contacto del liso metal en sus dedos y un hormigueo, como si su mano se adormeciera.
—Mete tu mano derecha en esta caja —dijo ella.
El miedo se apoderó de Paul. Retrocedió, pero la vieja mujer dijo:
—¿Es así como obedeces a tu madre?
Afrontó la mirada de sus brillantes ojos de pájaro.
Lentamente, consciente de las compulsiones que surgían de su interior y no podía rechazar, Paul metió su mano dentro de la caja. Al principio experimentó una sensación de frío a medida que la oscuridad se acercaba en torno a su mano, después sintió el contacto del liso metal en sus dedos y un hormigueo, como si su mano se adormeciera.